martes, 17 de marzo de 2009

Exito. ¿Quién no desea alcanzarlo? Pero, ¿qué es el éxito, realmente? ¿Ganar la admiración de nuestros semejantes, ser adorado por multitudes que al día siguiente pueden trocar su amor en la más cruel animadversión? ¿O acaso será el éxito algo inefable, distinto para cada quien, frágil y efímero como la vida misma?

Con frecuencia se esgrime a Marilyn Monroe como ejemplo de alguien que luchó contra durísimos obstáculos hasta lograr lo que quería. De padre desconocido, e hija de una mujer pobre con serios problemas psicológicos, Marilyn pasó su infancia de orfanato en orfanato. Se casó a los dieciseis años y, a los dieciocho, mientras trabajaba en una fábrica aeronáutica, fue casualmente fotografiada para una campaña publicitaria sobre la contribución de las mujeres al esfuerzo bélico. Corría el año 1944. Sorprendido por el encanto de la joven, el periodista volvió unos días después para hacerle más fotos. Ella nunca dejó de asombrarse por la fascinación que ejercía sobre los demás: “Cuando era niña, nadie me dijo que era bonita. A todas las niñas les deberían decir que son bonitas, incluso si no lo son.

No hay comentarios:

Publicar un comentario